Tengo que preocuparme si tiemblo?

9 de abril de 2021 ·Dr. López Pousa, Secundí

“NO SE DEBE CONFUNDIR EL
TEMBLOR ESENCIAL CON LA ENFERMEDAD
DE PARKINSON”

A lo largo de la vida, la mayoría de las personas presentarán temblor alguna vez, aunque muchas veces será un temblor ocasional. Decimos que temblamos cuando observamos que una parte de nuestro cuerpo muestra movimientos oscilatorios rítmicos. Aunque el temblor puede afectar cualquier parte del cuerpo, las formas más frecuentes de presentación son, por orden decreciente: las extremidades superiores (sobre todo las manos), la zona cefálica (la cabeza y el cuello) y las mandíbulas, y con menor frecuencia se presenta en el ámbito laríngeo, a las extremidades inferiores, al tronco y a la cara.

“EL TEMBLOR ESENCIAL LO SUFRE
ALREDEDOR DEL 3% DE LA POBLACIÓN Y
SUELE SER HEREDITARIO”


A lo largo de la vida, la mayoría de las personas presentarán temblor alguna vez, aunque muchas veces será un temblor ocasional. Decimos que temblamos cuando observamos que una parte de nuestro cuerpo muestra movimientos oscilatorios rítmicos. Aunque el temblor puede afectar cualquier parte del cuerpo, las formas más frecuentes de presentación son, por orden decreciente: las extremidades superiores (sobre todo las manos), la zona cefálica (la cabeza y el cuello) y las mandíbulas, y con menor frecuencia se presenta en el ámbito laríngeo, a las extremidades inferiores, al tronco y a la cara. 

Por regla general, cuando hablamos de temblor pensamos en un adulto y en la enfermedad de Parkinson. Sin embargo, el temblor también es muy frecuente en los niños. En estas edades, generalmente es un temblor esencial, es decir, benigno, y no asociado a ninguna enfermedad neurodegenerativa. Ahora bien, si el temblor es crónico e interfiere en la vida diaria del niño (le impide escribir o llevar a cabo alguna otra actividad), sería conveniente que lo evaluara el pediatra. 

En la edad adulta, la presencia de temblor también es frecuente y en la mayoría de los casos suele tener poca relevancia clínica, de forma que no es necesario realizar pruebas complementarias diagnósticas ni tratamiento médico. Sin embargo, es recomendable la valoración de un especialista, puesto que en muchos casos puede ser la primera manifestación de un proceso neurológico neurodegenerativo u otra enfermedad cerebral o metabólica. Y es en estos casos cuando se tienen que solicitar exploraciones complementarias como por ejemplo análisis de sangre y, a veces, pruebas de imagen cerebral. Con los análisis podemos valorar y descartar enfermedades de tiroides, de la paratiroides, endocrinas, déficits vitamínicos o toxicidad por alguna sustancia que puedan estar asociados al temblor. Las pruebas de imagen cerebral se solicitar si se sospechan lesiones vasculares, tumoraciones o procesos neurodegenerativos. Cuando existe una historia familiar de enfermedades neurodegenerativas, nos podemos plantear hacer estudios genéticos. 

La forma de presentación más frecuente del temblor es lo denominado temblor esencial. Lo sufre alrededor del 3% de la población y suele ser hereditario. Se manifiesta en las manos, en la cabeza o a la voz. Se intensifica con la ansiedad, el estrés y la fatiga, así como con el consumo de cafeína y algunos fármacos (anfetaminas, litio, ácido valproico y diferentes antidepresivos), y disminuye con algunos fármacos (propanolol y primidona).

Cómo hemos señalado anteriormente, cuando hablamos de temblor, la primera preocupación es si estará asociado a la enfermedad de Parkinson. Esta es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente, después de la enfermedad de Alzheimer. Se diagnostica por la presencia de síntomas motores: temblor en reposo, rigidez, bradicinesia (lentitud) e inestabilidad postural. Sin embargo, las primeras manifestaciones pueden ser la pérdida de olfato y el estreñimiento. En adultos jóvenes (hasta los 55 años) que empiecen a presentar insomnio, trastornos de ansiedad o síntomas depresivos, tenemos que tenerlo en cuenta en la hora del diagnóstico y el tratamiento porque son síntomas que también forman parte de la enfermedad de Parkinson y pueden presentarse varios años antes de los síntomas motores. En estos casos, si se realiza una exploración exhaustiva ya podemos detectar síntomas motores ligeros. 

Las manifestaciones clínicas afectan en mayor o menor mesura las habilidades motoras, de la comunicación y del ánimo. El estilo de vida se vuelve más sedentario, y esto repercute negativamente en las actividades de la vida diaria y del trabajo así como en las relaciones personales familiares. Un diagnóstico precoz ayuda a tomar conciencia de la enfermedad, hecho que contribuye a realizar un necesario cambio en su estilo de vida y también a introducir un tratamiento farmacológico temprano que corrija los síntomas motores y psicológicos. Todo esto favorece un incremento de la actividad mental y motora, que es una de las estrategias más eficaces para limitar la progresión de la enfermedad y mejorar la calidad de vida.

Los hábitos de vida saludables son importantes en todas las enfermedades, pero sin duda lo son más en la enfermedad de Parkinson ―y en las formas leves y moderadas―, puesto que instaurar estos hábitos puede modificar el curso de la enfermedad. Es muy beneficioso mantener la actividad y las relaciones sociales y practicar actividad física diariamente: andar (marcha nórdica, pasear, en una cinta), nadar, hacer yoga, bailar o hacer taichí. Todas estas actividades han demostrado que mejoran los síntomas motores, la inestabilidad postural y la movilidad, y algunos otros beneficios adicionales. Así, por ejemplo, el yoga disminuye la ansiedad y los síntomas depresivos, y la natación reduce el dolor.

Otro aspecto muy importante que no tenemos que olvidar es seguir una dieta sana, equilibrada y rica en flavonoides, que están presentes ampliamente en las frutas y las verduras. Estos poseen una gran actividad antioxidante que protege la membrana neuronal, y por eso se los considera eficaces en la prevención y el tratamiento tanto de la enfermedad de Parkinson como de la enfermedad de Alzheimer.